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sábado, 27 de junio de 2009

El peligro de criticar al siervo de Dios


¿Solamente por Moisés ha hablado el SEÑOR? ¿No ha hablado también por nosotros?

(Números 12:1-16)

Un espíritu de crítica y queja está barriendo la tierra hoy. Casi todos somos tomados por ese espíritu. Un espíritu crítico se ha infiltrado en la actitud y el hablar de la mayoría de las personas. Las personas están criticando, quejándose y murmurando contra: el patrón, el empleado, el vecino, el esposo(a), los padres, la escuela, los negocios, los amigos, el dinero, los miembros de la familia, los políticos, el gobierno, los impuestos, los maestros, la salud, los medios de comunicación. La lista podría continuar.

Pero hay una persona que es criticada casi tanto como cualquier otra: el ministro de Dios. En verdad, el ministerio es una profesión que normalmente es sometida a una norma más alta que la mayoría de las otras profesiones. Pero hay algo más detrás de la crítica: hay una guerra espiritual lanzada contra el ministro debido a su llamado a servir a Dios y Su pueblo. De hecho, una de las mayores estrategias del diablo es despertar críticas y quejas contra el ministro de Dios.

A veces la crítica incluso es lanzada por un miembro de la familia. Éste es el asunto del presente pasaje. Encontramos aquí:

1. La crítica y cuestionamiento del siervo de Dios (v.1-3)

2. El castigo y juicio de Dios (v.4-12)

3. La gran misericordia y compasión de Dios (v.13-16)

I. LA CRÍTICA Y CUESTIONAMIENTO DEL SIERVO DE DIOS (12:1-3)

Lo que pasó fue doloroso. Los mismos hermanos de Moisés se pararon contra él, desafiando su liderazgo. Tengamos presente por lo que Moisés había pasado. El pueblo había comenzado su marcha a la tierra prometida, hacía sólo una semana. Pero en tres días: el pueblo se había quejado de sus penas, tanto que Dios se vio obligado a castigarlos y juzgarlos (Números 11:1-3); el pueblo se había quejado de no tener suficiente variedad en su comida -carne o verduras frescas- quejándose tanto que Dios fue forzado una segunda vez a castigarlos (Números 11:4-35) Recuerde: Moisés estaba profundamente descorazonado por la crítica y quejas constantes del pueblo.

La queja y murmuración tomaron a Moisés. Él estaba profundamente atribulado, estresado, al punto que quiso que Dios lo removiera y sacara de esa situación. Sólo quería que Dios lo llevara a casa, es decir, morir (Números 11:10-15) Ahora, aparentemente, unos días después, los mismos hermanos de Moisés comenzaron a criticarlo y atacarlo. ¡Doloroso! ¡Estresante! ¡Desanimante! Estos eran sus propios hermanos y estaban atacándolo inmediatamente después de una de sus más penosas experiencias con el pueblo.

1.1. Lo criticaron debido a su esposa: Al parecer porque era de una raza diferente (Números 12:1) Parece que María tomó la batuta en el ataque. La colocación de su nombre parece indicar esto. Pero está claro que Aarón estuvo de acuerdo con la crítica. La gravedad de este ataque contra el siervo de Dios es vista claramente recordando quiénes eran María y Aarón: Ambos eran líderes entre el pueblo de Dios. María era una profetisa; era el líder entre las mujeres de Israel (Éxodo 15:20-22) Y Aarón era el Sumo Sacerdote, el líder religioso supremo de Israel al lado de Moisés. Lo que estaba pasando era incomprensible, totalmente irresponsable.

Aquí estaban criticando al siervo de Dios, interrumpiéndolo y disminuyéndolo en su ministerio porque se había casado con una Cusita, una mujer que no era de Israel. ¿Quién era esta mujer? ¿Era esta una referencia a Séfora, la esposa de Moisés? (Éxodo 2:15-22) La esposa de Moisés era de Madián que a veces se identifica como Cus o Cusán (Habacuc 3:7; Éxodo 2:16f) ¿La piel de Séfora era, de alguna forma, diferente de la piel de los israelitas? O ¿Séfora había muerto, y Moisés se casó con otra mujer de Cus? El pasaje parece indicar que Moisés se había casado con otra mujer, un Cusita. El punto es que María y Aarón estaban destrozando el corazón de su hermano, el siervo de Dios. Estaban distrayéndolo e interrumpiendo su ministerio, rompiendo su enfoque de pensamiento, preocupándolo y apenando su corazón y mente. Moisés estaba como cualquiera de nosotros: acongojado, apenado, profundamente preocupado emocional y mentalmente, porque sus propios hermanos estaban criticándolo y murmurando contra él.

1.2. María y Aarón también cuestionaron el llamado y la misión de Moisés (Números 12:2) Para ellos, Moisés no era el único líder o portavoz escogido por Dios. Dios también les había escogido y había hablado a través de ellos. No estaban criticando el derecho de Moisés de ser un líder ni estaban refunfuñando contra su posición de dirección. Estaban refunfuñando por su llamado y posición. Querían su posición y su llamado para ser más reconocidos y honrados entre las personas.

1.3. El SEÑOR oyó su queja (Números 12:2) El SEÑOR oye todo. Nada de lo que se dice o hace en la tierra pasa de Su vista. Él oye toda crítica y ataque, cada queja y murmuración. Él vio a María y a Moisés, Su amado siervo. La idea es que Dios estaba listo para defender y ejecutar justicia en nombre de Su siervo.

1.4. Notemos la respuesta de Moisés (Números 12:3) No fue reaccionario ni combativo, sino humilde. No dijo nada, no contestó a sus detractores. Permaneció callado. Notemos por qué: era manso y humilde, tanto más que nadie en la tierra (Números 12:3) Recordemos: Moisés no era elocuente: era torpe en su discurso y de lengua. No era hábil con las palabras. No hablaba con facilidad (Éxodo 4:10-12) Quizás esto es lo que estaba pasando aquí: estaba callado, no sabiendo qué decir a estos dos líderes excelentes. Sabía que estaban equivocados, pero no sabía cómo enfrentarlos, qué decirle. Notemos esto también: hay la posibilidad normal y lógica de que Moisés no quiso defenderse de sus hermanos. Una discusión podría haber desunido la relación que tenían entre si. A pesar del orgullo de ellos, Moisés no quiso herirlos ni degradarlos ante los otros líderes que podrían haber estado presente. Moisés era un hombre muy manso y humilde.

II. DIOS CONTROLÓ LA SITUACIÓN INMEDIATAMENTE (12:4-12) Las palabras y lo oyó Jehová significan que el Señor habló antes que cualquiera, aún antes de que tuvieran tiempo de pensar sobre lo que estaba pasando.

2.1. Dios convocó a Moisés, Aarón, y María en el Tabernáculo (Números 12:4-5) Fijémonos en lo que pasó cuando llegaron al Tabernáculo: la nube de la Shekinah (la Gloria, la misma presencia de Dios) descendió, no para mostrar misericordia, sino ira. Dios estaba a la entrada del Tabernáculo para ejercer el juicio. Con temor y temblor, María y Aarón caminaron ante Dios.

2.2. Dios los reprendió fuertemente y defendió a Su único llamado, a Su amado siervo (Números 12:6-8) Lo primero que Dios dijo fue: Escuchen mis palabras. Oigan, presten atención a lo que yo digo (v.6); Dios hablaba a Sus profetas a través de visiones y sueños, pero no así con Moisés. Dios había llamado a Moisés para ministrar a toda la casa de Dios, a todo el pueblo de Dios (v.7); María y Aarón debieron haber temido el cuestionar la misión del siervo de Dios.

2.3. La ira de Dios se inflamó contra María y Aarón y los castigó (v.9-12) Dios los dejó: la nube de Su presencia se alzó abruptamente del Tabernáculo (v.10); María, como fue la autora del ataque, fue afligida inmediatamente con lepra (v.10); Había cometido un pecado terrible; por consiguiente, fue afligida con la misma enfermedad que simbolizaba la naturaleza pecadora de hombre. Aarón fue herido con un terrible temor (v.10-12) Cuando se volvió, vio la horrible enfermedad que había cubierto el cuerpo de María. Con horror, clamó a Moisés por misericordia, confesando su pecado y el de María contra él (v.11) Pidió por la sanidad de María (v.12)

III. LA MISERICORDIA Y COMPASIÓN DE DIOS (12:13-16)

3.1. Moisés intercedió, clamó desde lo profundo de su corazón a Dios por su hermana María: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora (v.13) El castigo o la aflicción habían herido inmediatamente a María. La necesidad era desesperada. María estaba sufriendo, aparentemente condenada a una vida de separación y muerte, a menos que Dios tuviera misericordia de ella. Moisés estaba impotente de hacer algo, excepto por la oración. Por lo tanto, Moisés clamó, Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora.

3.2. Dios actuó: Él la sanó. Pero debía ser disciplinada (v.14) Había cometido una seria ofensa; así que necesitaba aprender que una persona cosecha lo que siembra, que no debe criticar y ser orgullosa, sino mansa y humilde. Así que Dios insistió que sufriera el período de espera para el ceremonialmente inmundo. Durante siete días, tuvo que ser sacada del campamento, cortada del pueblo de Dios (Levítico 13:4-6,21,26-27,31-33) Recordemos que la lepra era un símbolo del pecado. Por tanto, la disciplina de María, de ser removida del pueblo de Dios, es un cuadro de la iglesia que ejerce la disciplina cuando los miembros cometen un pecado serio.

3.3. Notemos la desbordante misericordia de Dios (v.15,16) Dios llevó a Su pueblo a esperar hasta que ella volviera y pudiera reunirse con el grupo hacia la tierra prometida (v.15) Notamos la solidaridad que debe existir en el cuerpo de Cristo cuando un miembro sufre (Romanos 12:15); Dios llevó a Su pueblo al Desierto de Parán, que iba a ser el área estratégica para entrar a la tierra prometida (v.16), no les abandonó, continuó con ellos, a pesar de todos los errores cometidos.

Podemos terminar diciendo que:

1. Dios juzga a Su pueblo.

Cuando pecamos, Dios nos disciplina y corrige (Juan 15:2; 1 Corintios 11:32; Hebreos 12:5-6; Deuteronomio 8:5; Salmo 94:12; Proverbios 3:11-12)

2. Aarón temió la ira y el juicio de Dios.

Nosotros, también, debemos temerlos. Dios va a juzgar todo lo que hacemos, nuestras obras. No importa lo que las personas piensen o digan, ésta es una declaración fuerte de la Escritura (Mateo 16:27; 2 Corintios 5:10; 1 Pedro 1:17; Apocalipsis 22:12; Salmo 62:12; Jeremías 17:10)

3. Dios llama y da dones a los creyentes de forma diferente.

Cada creyente es llamado a un servicio distinto, específico. Moisés fue llamado a un ministerio particular; María y Aarón al suyo. Así es con todos los creyentes. Dios llama a cada uno de nosotros para servirle y servirle fielmente en el ministerio que nos ha dado (Romanos 12:6-8; Efesios 4:7,11-13; 1 Corintios 12:4-11; 4:2)

4. Notemos dos lecciones fuertes para toda generación:

Dios oye la oración. Si un creyente clama al Señor de la profundidad de su corazón, Dios oye y contesta.

(Mateo 7:7; 26:41; Lucas 11:9; Juan 15:7; 16:24; 1 Juan 5:14-15; Salmo 91:15; Isaías 58:9; 65:24)

Dios es misericordioso y compasivo. Perdonó el pecado de María y satisfizo su necesidad. Él perdonará nuestros pecados y nos limpiará si sólo le invocamos a Él (Efesios 1:7; 1 Juan 1:9; 2:1-2; Salmo 78:38; 86:15; Jeremías 12:15; Lamentaciones 3:22,32; Oseas 11:4; Joel 2:13; Miqueas 7:18-19).

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